Día del alzhéimer, los laberintos del olvido

Día del alzhéimer, los laberintos del olvido

El olvido //no es más que un aparcamiento oscuro //y sin salida. //Un precipicio, un hoyo, un sótano //profundo y sin sentido. (José Hierro, poema “Olvido”)

La mente humana es un enigma, una biblioteca de recuerdos y experiencias que definen nuestra identidad. Pero, ¿Qué sucede cuando esos recuerdos se desvanecen, cuando los libros de nuestra memoria se vuelven borrosos y las páginas se pierden en el viento del olvido? Este es la pregunta que nos hacemos cuando le ponemos nombre y cara al Alzhéimer.

En el centro de esta enfermedad se encuentra el misterio de la memoria, la columna vertebral de nuestra conciencia. Cada uno de nosotros es el guardián de nuestra propia historia y el Alzheimer nos acecha como un ladrón en la noche, robándonos momentos preciosos y fragmentando nuestras vidas en un rompecabezas incompleto. Es una historia de luchas silenciosas, de familias que vemos cómo nuestros seres queridos se enfrentan a un laberinto de recuerdos inconexos y desorientación.

A medida que la enfermedad avanza, nos convertimos en extraños para ellos y sus conversaciones se convierten en interrogatorios repetitivos. Los nombres y los rostros se disuelven en la neblina del olvido y la confusión reemplaza a la certeza. Esta transformación es desgarradora tanto para quienes la experimentan como para quienes la presenciamos.

“En el rincón de una habitación tranquila, donde la luz del día se desliza suavemente por la ventana, está ella sentada en una silla. Sus ojos, una vez centelleantes con historias y risas, ahora miran fijamente al horizonte, perdidos en un mundo que solo su mente conoce. A su lado, uno de los hijos, paciente, sostiene su mano como si fuera la última pieza de un rompecabezas que el tiempo se empeña en desordenar”. Este es un testimonio vivo de la devastación del Alzheimer, una enfermedad que roba los recuerdos pero no el amor.

Esta maldita enfermedad nos enseña que el amor es más que unos recuerdos compartidos. Es un abrazo silencioso, un gesto amoroso, una sonrisa comprensiva que trasciende las palabras olvidadas. Es la promesa de estar allí en cada momento, incluso cuando el tiempo se deshace como un ovillo de hilo.

La pérdida de memoria es un viaje sin retorno, un camino que desdibuja el pasado. Es un viaje donde las fotografías de la mente se desvanecen, pero el sentimiento que une a las personas persiste. Las lágrimas, a menudo, son las compañeras silenciosas de quienes enfrentamos el cuidado de esta enfermedad engañosa. Son lágrimas de frustración y tristeza, pero también de gratitud por cada pequeño momento de claridad, por cada destello de reconocimiento en los ojos de nuestro ser querido.

Cuando leí la novela de la escritora  algecireña Rosario Pérez Villanueva,  “Las fronteras de la memoria”, nunca pensé que me enfrentaría al reto, a veces inhumano, de entender, o comprender, o asimilar, que un día, esa persona que me dio la vida, no reconocerá mi voz, ni recordará mi nombre, ni entenderá por qué las lágrimas resbalan por mis mejillas. Esa novela me ayudó a ver la enfermedad en positivo a pesar de su tragedia. Rosario consiguió, con su pluma híbrida entre la poesía y el periodismo, conmoverme con su protagonista, Daniela de la Torre. Una mujer en crisis, a punto de cumplir los cuarenta, que en pleno cataclismo laboral y personal se ve obligada a volver a su ciudad natal, Algeciras, a cuidar de su abuela Vicenta, ingresada en un geriátrico y enferma de Alzheimer. El reencuentro con la anciana, que empieza a contarle la historia de un antiguo amor del que Daniela nunca ha oído hablar, despierta en ella la curiosidad por los sucesos que sacudieron en el campo de Gibraltar en los primeros días de la Guerra Civil. Historia, amor, hechos reales, enfermedad, olvido, paciencia y sonrisas saladas se mezclan en una obra que merece que los algecireños la conozcan y la lean.

Para los escritores, la pérdida de memoria siempre ha sido una fuente inagotable de inspiración. A través de las palabras hemos podido explorar la fragilidad de la memoria y capturar esos momentos efímeros que se desvanecen como el humo para darles forma en la página y preservarlas para la posteridad. La pérdida de memoria, tema complejo y profundo que ha sido explorado en numerosas obras literarias como en “La casa de los espíritus” de Isabel Allende, donde la autora chilena explora el paso del tiempo y cómo afecta a la memoria de los personajes. O en “La sombra del viento” de Carlos Ruiz Zafón, que aunque no se trata exclusivamente de la pérdida de memoria, explora temas relacionados con la memoria y la obsesión a lo largo de su trama. O en “Los olvidados” de Luis Sepúlveda, donde el autor narra la historia de una mujer mayor que se enfrenta a la demencia y la pérdida de memoria, mientras su familia lucha por mantenerla en contacto con su pasado.

La pérdida de memoria ha inspirado siempre a los escritores, porque como decía la poeta

¿Qué es un recuerdo? //Un suspiro del alma, del alma mía. //Un aire pasajero, //que viene y va //sin cesar, //y va y se vuelve a ir. (Alfonsina Storni, poema “Olvido”)

La pérdida de memoria nos recuerda lo efímero de la vida y la importancia de atesorar nuestros recuerdos mientras los tenemos. Nos enseña a valorar los momentos preciosos que componen nuestras experiencias y a apreciar la belleza de la fragilidad humana. A través de la literatura y el arte, podemos explorar este enigma de la condición humana y, en última instancia, encontrar la belleza en las huellas del olvido. La lucha contra el Alzheimer es una batalla en curso, y en ella se entrelazan historias de amor, resistencia y perseverancia en medio de los laberintos del olvido. La memoria puede ser frágil, pero la fuerza del espíritu humano es inquebrantable.

 

Artículo escrito por: Nuria Ruiz, escritora y articulista

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