La Enfermedad de Alzheimer es el tipo de demencia más compleja y frecuente que existe actualmente, incidiendo drásticamente en la vida del paciente y sus familiares. Posee una causa orgánica con lesiones cerebrales, caracterizada por la destrucción progresiva de las neuronas, constituyendo un proceso degenerativo en todos los niveles de funcionamiento del enfermo: mental, físico y social.
El origen de la enfermedad es de carácter multifactorial, aunque la causa determinante no se conoce aun con fiabilidad. Actualmente se manejan diferentes hipótesis causales: infecciosas, tóxicas, genéticas, etc.
El inicio de la enfermedad es, por regla general, lento y progresivo. Al principio se muestran síntomas poco evidentes que, a menudo, suelen pasar desapercibidos, tanto para el propio enfermo como para la familia.
Los primeros síntomas de la enfermedad suelen ir asociados a una disminución de la memoria reciente o inmediata, olvidos frecuentes y cambios de humor o de conductas y hábitos. El interés por el ocio, el lenguaje, los movimientos, el pensamiento y el reconocimiento de personas y objetos, se hacen cada vez más acusados.
L a duración de la evolución es variable, pudiendo abarcar entre 2 y 10 años. La evolución de la EA se puede agrupar en tres etapas de desarrollo: etapa temprana, etapa intermedia y etapa tardía. Esta división por etapas sirve como guía para entender el progreso de la enfermedad, para ayudar a los cuidadores a estar alerta a problemas potenciales y permitir planificar las tareas futuras. Cada persona, seguramente, vivirá el progreso de la enfermedad de una manera distinta.
Los tratamientos para hacer frente a la Enfermedad de Alzheimer se basan en tres contextos distintos:
1.-Tratamientos farmacológicos, para aliviar síntomas y frenar el deterioro.
2.- Tratamientos paliativos, para aumentar la calidad de vida y asistencial del paciente, sobre todo en las últimas fases de la enfermedad.
3.- Tratamientos no farmacológicos: Estimulación Cognitiva. Es de suma importancia en la primera y segunda fase, para no perder capacidades, aprender a recuperar déficits, para aceptar y aprender a vivir con la enfermedad, para mejorar las capacidades funcionales perdidas, para mitigar síntomas depresivos y trastornos de conducta. En la rehabilitación cognitiva es donde familiares y asociaciones juegan un papel predominante, por ejemplo, con juegos, paseos, terapias con música, terapias de grupo multiestratégicas con estimulación sensorial y motivación.